Hoy quiero compartir con vosotros una experiencia, cuanto menos curiosa, que me ocurrió allá por el mes de noviembre del pasado año, y que dormía en los archivos de los discos duros de JAENDONDERESIDO, esperando nuestra atención.
Recuerdo que venía de la calle Maestra, y me cautivó el dulce sonido de una gaita que sonaba en la Plaza de Santa María. La sonoridad del instrumento en aquel mediodía de noviembre era verdaderamente espectacular. Toda la plaza se empapaba con las notas de aquel instrumento, que parecía impregnar cada uno de sus rincones.
Un grupo de policía locales (uno de los cuales fué posteriormente protagonista) observaban al gaitero desde la fachada del Ayuntamiento. Curiosamente, y a pesar de lo llamativo del momento, y la presencia de aquel gaitero, la gente pasaba sin detenerse, miraban al interprete pero continuaban su caminar en aquella apacible mañana invernal, como si aquel hombre hubiese estado allí toda la vida, como si lo conocieran de siempre. Eran muy pocos los que se detenían un instante para contemplar al gaitero.
La imagen era preciosa. Entre las torres de nuestro templo catedralicio y frente a ellas, rigida y oscura (por la vestimenta y el contraste de luz) destacaba la silueta de aquel gaitero, que interpretaba inmovil su música ante un público que en su mayoría seguía con su discurrir por la plaza totalmente indiferente.
Los abueletes de los bancos continuaban con sus habituales conversaciones, incluso un grupo de turistas en la plaza, estaba más atento a su localización, que a prestar atención a aquel hombre.
El gaitero era un hombre bien parecido, de rizada cabellera, muy aseado, con algunos tatuajes y pendientes y continuaba impasible con su interpretación, como si todo lo que había a su alrededor no existiese para él. Solo él y la Catedral, ese era su objetivo, así mi lo indicó cuando me dirigí a preguntarle el porqué de su presencia y su música. "Me gusta tocar con la gaita en las plazas donde hay catedrales, mi música suena especialmente para ellas, por eso estoy hoy aquí, ofreciendo mi música para la catedral de Jaén, me llena de paz", me contestó el gaitero, preparándose para otra interpretación, sin embargo, ocurrió lo impredecible, algo que, como decía los vecinos que estaban a nuestro alrededor, y sin prestar atención como antes dije, tomaron protagonismo "esto no pasa nada más que en Jaén"
Un grupo de policía locales (uno de los cuales fué posteriormente protagonista) observaban al gaitero desde la fachada del Ayuntamiento. Curiosamente, y a pesar de lo llamativo del momento, y la presencia de aquel gaitero, la gente pasaba sin detenerse, miraban al interprete pero continuaban su caminar en aquella apacible mañana invernal, como si aquel hombre hubiese estado allí toda la vida, como si lo conocieran de siempre. Eran muy pocos los que se detenían un instante para contemplar al gaitero.
La imagen era preciosa. Entre las torres de nuestro templo catedralicio y frente a ellas, rigida y oscura (por la vestimenta y el contraste de luz) destacaba la silueta de aquel gaitero, que interpretaba inmovil su música ante un público que en su mayoría seguía con su discurrir por la plaza totalmente indiferente.
Los abueletes de los bancos continuaban con sus habituales conversaciones, incluso un grupo de turistas en la plaza, estaba más atento a su localización, que a prestar atención a aquel hombre.
El gaitero era un hombre bien parecido, de rizada cabellera, muy aseado, con algunos tatuajes y pendientes y continuaba impasible con su interpretación, como si todo lo que había a su alrededor no existiese para él. Solo él y la Catedral, ese era su objetivo, así mi lo indicó cuando me dirigí a preguntarle el porqué de su presencia y su música. "Me gusta tocar con la gaita en las plazas donde hay catedrales, mi música suena especialmente para ellas, por eso estoy hoy aquí, ofreciendo mi música para la catedral de Jaén, me llena de paz", me contestó el gaitero, preparándose para otra interpretación, sin embargo, ocurrió lo impredecible, algo que, como decía los vecinos que estaban a nuestro alrededor, y sin prestar atención como antes dije, tomaron protagonismo "esto no pasa nada más que en Jaén"
Interpretación de una pieza con gaita, ante la Catedral de Jaén.
Uno de los agentes de la policía local, se acercó al gaitero, y le indicó -eso sí, con exquisita educación y cortesía-, que no podía tocar, que no tenía permiso. El gaitero le contestó que no comerciaba ni cobraba con su música, símplemente le gustaba tocar frente a grandes catedrales, y hoy estaba ante la de Jaén, que era una auténtica maravilla. Ni sirvió de nada su respuesta, el policía insistió en que no podía tocar, que no le estaba permitido, que tenía que solicitar autorización. En ese momento, entró este humilde servidor en liza, y aprovechándome de la amistad con el policía -que en todo momento se comportó de lo más correcto-, le pedí por favor que me dejase grabar tan solo una pieza, con el fin de que aquel suceso quedase reflejado en mis trabajos. Accedió el policía, con la promesa de que solo fuese una interpretación, y gracias a ello, os puedo ofrecer este vídeo insólito, que para la ciudad y la mayoría de sus habitantes, casi que no existió.
Acabada su interpretación, el gaitero se despidió. A pesar de que le dejé mi tarjeta, jamás me llamó para indicarme al menos su nombre. No se por tanto de dónde venía y hacia dónde dirigió sus pasos. Se perdió por las calles de Jaén con su gaita, y jamás lo volví a ver. Tuve la suerte, eso si, de que amablemente aceptara posar ante mi cámara de fotos que casualmente llevaba, y gracias a ello, y con su permiso, os puedo ofrecer la imagen de aquel gaitero que vino a ofrecer su música a la Catedral de Jaén junto con su música.
Texto, fotografías y vídeo: Modesto Martínez.
Holaaaaaaa soy el gaitero ya vamos por el 2.021 ya pasado.mucho tiempo.un.fuerte abrazo un un amigo de Jaén que conocí.en.edimburgo Escocia me.envio esto saludos ❤️🧙🧙🧙
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