Queridos fieles diocesanos:
1. En la liturgia de este tiempo oímos repetidas veces la palabra “HOY”. Este “hoy” quiere significar que lo que celebramos en estos días, tan singulares y alegres durante el año, no es un aniversario o un acontecimiento del pasado, sino la presencia y cercanía, en nuestras vidas, de Dios que se hace Niño y nos trae la salvación.
En Navidad nuestra respuesta primera es el agradecimiento, al poder comprobar cómo actúa Dios en la historia. De esa verdad brota y nace la alegría al poder contemplar el rostro de Dios en la humildad del Niño. Su amor se hace tan cercano a nosotros que hasta se puede tocar.
2. Una imagen que se repite asimismo en los textos bíblicos y litúrgicos de estos días santos es la de la “LUZ”. En la noche del nacimiento de Jesús el Evangelista san Lucas señala que: “La gloria del Señor los envolvió de su luz” (Lc 2, 9) a los pastores. Y, en el primer prefacio de Navidad, se proclama: “Porque gracias al misterio de la Palabra hecha carne, la luz de tu gloria brilló ante nuestros ojos con nuevo resplandor”.
El nombre de Jesús significa: “DIOS SALVA”, esto es, nos libra de las esclavitudes que nos oprimen. El Niño Dios, Hijo de la Virgen María, ha venido a este mundo para traernos la salvación. Dio no se ha encerrado en el cielo, sino que sale al encuentro de los seres humanos. Entra en nuestro espacio, en nuestro tiempo, en nuestra historia.
3. Fueron unas personas sencillas quienes acertaron a ver al Mesías y acogerlo en sus vidas. Los pastores cercanos a Belén hicieron caso al anuncio de los ángeles y fueron hasta el Portal. Allí encontraron al Niño recostado en un pesebre (cf. Lc 2, 8-28). Los importantes de Jerusalén, en cambio, ni se enteraron
o no quisieron enterarse. Aquella noche comenzaron ya a cumplirse las Bienaventuranzas. Nos cuesta entrar o acercarnos al mundo de Dios. Sólo desde la humildad y sencillez de corazón seremos capaces de hacerlo; reconozcamos y acojamos, como los pastores, al Niño Dios, para que nazca en nuestra vida, la ilumine y transforme con su presencia. Él es el médico, nosotros los necesitados de su salvación.
4. En el Año jubilar de Santa Teresa de Jesús y de la Vida Consagrada, les rogamos que, desde la sencillez y alegría en sus celebraciones navideñas, oren por los fieles diocesanos.
Nos preocupan y estaremos también muy cerca de quienes su Navidad es distinta de la mayoría: inmigrantes, personas sin trabajo, enfermas, marginadas. Sabemos que son los predilectos del Señor. El Niño Dios nos invita a mirar a estos rostros de su presencia, no con sólo buenos deseos sino con hechos y obras de verdad1.
Caminamos en la luz y nos salva el misterio de la Navidad sólo cuando nuestro corazón permanece abierto para los demás (cf. 1Jn 2, 11). “¡Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad!” (Lc 2, 14).
¡Feliz Navidad para todos los giennenses!
Ramón del Hoyo López
Jaén, 24 de diciembre de 2014